Maldito el día
que probó el alcohol, gracias a ese día su vida se rompía poco a poco, con
lágrimas en los ojos me miraba sin saber cómo poder salir de ese pozo donde
había caído.
Sólo tenía quince
años cuando todo empezó, perdiéndose toda su juventud en vasos llenos de
alcohol.
No salía de su
casa; bueno, sólo para ir comprar. Eso le estaba destrozando su vida llena de
inseguridades, soledad y grandes noches maldiciendo haber nacido.
Cuando yo la
conocí, era una mujer preciosa, con su rostro decaído por ese vicio. Cada día
iba a verla, a aconsejarle, a ayudarle a salir de ese infierno y, al cabo de
unos años, lo consiguió.
Cambió el alcohol
por sonrisas, amigos, amor y, sobre todo, por ayudar a otras personas que eran
alcohólicas.
Ella ahora y
siempre podrá decir “Sé lo que es la felicidad”.
MªJosé Barragán
La felicidad como bien dice este relato para esa mujer es vivir sin alcohol. Esa mujer al fin se ha dado cuenta que se puede vivir sin alcohol y aún mejor, que es feliz sin alcohol. El alcohol que para muchos es conseguir la felicidad, el desfase, la fiesta... conlleva a la tristeza y la desolación. Pasarlo bien no se mide por los cubatas que te tomes, sino por las juntas que tengas y cómo transcurra la noche. Para ser feliz no hay que beber alcohol. Para estar mal sí hay que beber algo. Tú decides.
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