Y
qué verdad es que no somos conscientes de nuestra situación hasta que nos vemos
inmiscuidos en ella hasta el cuello. Oteamos con una mirada de pánico al barro,
que avanza sin sosiego hacia nosotros tratando de absorbernos como un agujero
negro es capaz de absorber todo lo que tiene a su alrededor a menos de un
kilómetro a la redonda. Así me sentí al ver cómo la ambulancia se llevaba a mi
mejor amigo, tapado con un papel dorado que me indicaba que había muerto en
consecuencia de embriagarse hasta que el barro le absorbió por completo. El
miedo actuó en mí como un tratamiento de choque haciendo caer al barro con
rapidez y desenfreno. No quería acabar con mi vida. Quería disfrutar de ella.
Mi amigo, sin saberlo, me había salvado la vida.
Francisco Pinilla
No hay comentarios:
Publicar un comentario