martes, 19 de mayo de 2015

UNIÓN FAMILIAR.



En una casa alas afueras de la ciudad vivía un matrimonio bien avenido donde fueron criados sus hijos con mucho amor y cariño. Algunos decidieron hacer una carrera universitaria y otros, dedicarse al negocio familiar. Pronto fueron llegando los futuros miembros de su familia, es decir, sus nietos; pero estos eran diferentes a sus padres, y el modo de educación que ellos impartieron a sus hijos era diferente, así iban yendo las cosas, entre más mayores eran, los problemas iban creciendo, pero el que más destacaba era su nieto Pedro hijo del benjamín de la familia. Su vida no iba encauzada por el buen camino y sus abuelos ya eran mayores y estos disgustos le afectaban, ellos querían una vida ejemplar para su nieto y no sabían como encauzarla. Un mal día, por así decirlo, su nieto se vio envuelto en una trama de corrupción; sus ganas de conseguir dinero fácil a toda costa le habían hecho vivir al margen de la ley; contrataron un buen abogado para su nieto y llevaron a un centro de desintoxicación, porque las drogas y el alcohol tenían parte de culpa de la persona en que se había convertido su nieto. Se gastaron millones en su nieto, casi la ruina de la familia, pero no les importó y la verdad es que mereció la pena: Pedro cambió. Consiguió dejar su vida delictiva, y quedó limpio de sus adicciones; consiguió formar una familia y la crió con el mismo amor que le inculcaron sus padres y abuelos. Ahora siendo ya un hombre en toda regla, piensa y recapacita que si no fuera por el apoyo y el amor que le dio su familia, hubiera sido una persona distinta; por eso decidió abrir un centro de rehabilitación para ayudar a adolescentes y a sus familias a superar el bache que él había superado hacía muchos años. Desde su despacho mira la fotografía de sus abuelos y, aunque dejaron de estar entre ellos, Pedro sabe que sus abuelos tienen que estar orgullosos de aquel nieto que gracias a la unión familiar salió adelante.

Miriam Ruiz Ledesma

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